JUSTICE LEAGUE NÚMS. 8 A 11 (Febrero 2016)
RESUMEN
La actuación de la Liga de la Justicia en la reciente crisis con los Kindred consiguió que en todo el mundo hubiera únicamente una víctima mortal. Sin embargo, esta es percibida por los héroes y especialmente por Victor Stone como una batalla que no han podido ganar. Sin embargo, mientras sigue el funeral, un extraño código se introduce en los sistemas de Cyborg y en la Atalaya de la Liga, consiguiendo apoderarse de los sistemas de ésta y del control de su cuerpo robótico.
En Gotham City, la batcueva sufre la misma infiltración y Bruce y Alfred tienen que pelear por su vida sin salir de casa. Victor consigue evitar que la Atalaya se estrelle contra San Francisco, pero alguien que no es él ha convocado a los otros héroes de la Liga. Una estratagema en realidad, para que el código se apodere ahora del anillo de Simon Baz.
Mientras la Liga se las apaña como puede contra el poder desatado de un anillo Green Lantern, Batman consigue rastrear el origen del código, lo que le lleva hasta un conocido hacker que es nada menos que el marido de la víctima fallecida en el último combate de la Liga. Cuando van a pedirle cuentas por lo ocurrido, la Liga descubrirá para su asombro que el verdadero responsable de lo ocurrido no es el cibercriminal, sino el más pequeño de sus hijos, que inadvertidamente está utilizando el impresionante código ideado por su padre como un juego. Un juego en el que ahora ha convocado una salvaje recompensa por las cabezas de la Liga de la Justicia. El resultado es un ataque inmediato y fulminante de una legión de villanos, pero las cosas van a complicarse mucho más aún cuando estos empiecen a tener claro que el verdadero premio a conseguir es el impresionante código que puede abrirles todas las puertas del mundo.
CRÍTICA

Al margen de eso, no podemos dejar de reseñar aquí, que echamos mucho de menos al hombre de acero en esta historia, y es que su ausencia se antoja poco más que inexplicable, especialmente cuando su intervención en el clímax de la historia habría ayudado a cerrar el conjunto de un modo más espectacular y satisfactorio.
Con todo y ese final insulso, Outbreak supone una mejora con respecto a la saga de los Kindred. Es menos ambiciosa, más mundana, tiene mucho más ritmo y es de lectura mucho más entretenida que aquella. Además se permite escribir con cierta verdad a Victor Stone y al propio Batman, por momentos, parece que va a trascender la naturaleza de festival de acción a lo grande, y está a punto de convertir esta Liga de la Justicia en una serie de equipo clásica, donde se alterne lo épico con lo cotidiano de las vidas privadas de sus protagonistas. Lamentablemente, esa tarea es harto difícil con un equipo de personajes cuyas series propias dejan poca libertad para narrar aquí historias verdaderamente relevantes.
Quizá por eso a esta serie le sigue faltando alma. Tiene grandeza, tiene cierta épica, pero le falta corazón, más o menos lo mismo que le pasaba a aquella JLA de Grant Morrison de los primeros dos mil y que conceptualmente se vio superada por lo que hizo Mark Waid en el título inmediatamente después. Aquí hemos hecho el viaje contrario. La Liga de Geoff Johns era un universo en sí misma, podía permitirse prescindir del resto de colecciones personales porque su visión era tan potente, que dibujaba por sí sola el universo DC. De momento, Hitch ha sido incapaz de transmitir esa misma sensación de plenitud. Sus personajes son más vacíos, tienen menos voz, y aunque la serie es un entretenimiento eficaz, no consigue transmitir auténtica relevancia.
En el apartado gráfico Neil Edwards hace un trabajo más que solvente. Parece que le han dado instrucciones precisas de que imite el arte de Bryan Hitch en todo lo posible, y lo cierto es que en muchos sentidos no solo lo consigue sino que incluso le supera, especialmente y para empezar en lo referente a las fechas de entrega que aquí se cumplen puntualmente. La tinta de Daniel Henriques posiblemente ayude en ese parecido, ya que este era el entintador de Hitch en Justice League America y ciertamente la serie huele al mencionado autor por los cuatro costados. De vez en cuando, algo de estilo propio se le escapa a Edwards y no es nada mal recibido, pero Hitch vende y eso prima antes de que le dejen cancha para desarrollar un estilo que perfectamente soportaría el peso de una serie como esta.
En conclusión, Justice League mejora. Es divertida, se lee estupendamente… pero le falta peso, verdadero fondo que convenza a los lectores que están leyendo algo especial, algo único y valioso y no una historia de superhéroes de rápido consumo y olvido que es lo que de momento tenemos entre manos.
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