El renacimiento del universo DC ha llegado y ha resultado ser algo más que el típico evento anual de la casa. Ha supuesto un giro de timón en el estilo de hacer comics de esta compañía y ha conseguido que la gente, bien por curiosidad o bien por convencimiento, vuelva a girar la cabeza hacia este universo y fije su atención en series y personajes que parecían aparcados desde tiempo atrás.
Uno de los más beneficiados con este giro de los acontecimientos ha sido Superman. Si el hombre de acero fue uno de los exponentes más evidentes de todo lo malo que acumulaba el N52, ahora es uno de los que más brillan en este nuevo universo.
Pero ¿por qué este cambio de percepción? ¿Por qué este Superman Rebirth parece contentar a propios y a extraños mientras que el del N52 nunca acabó de cuajar? Vamos a echar un vistazo a ambas versiones y veremos qué tienen en común y en qué se diferencian y cómo entre ambas, se escribe el episodio más reciente de la historia del héroe más grande de todos.
En 2011 soplaban aires nuevos dentro de la compañía y a alguien debió parecerle buena idea repetir el golpe de efecto del año 85 reiniciando de golpe y sin concesiones todo el universo de la casa.
No nos toca ahora entrar en las razones, pros y contras de dicho movimiento. Baste con decir que el objetivo perseguido era renovar la cantera, llamar la atención de nuevos lectores. Lectores que quizá nunca se hubieran acercado a los comics DC o, qué demonios, quizá ni siquiera a los comics en general. Para ello, otro alguien debió pensar que sería fundamental que estos personajes tan clásicos parecieran recién salidos de la caja. Debían parecer nuevos, modernos. Sus historias empezaban a contarse aquí y ahora y tú ibas a querer estar ahí para verlo.
El ejemplo más evidente era Superman. El hombre de acero iba a empezar de cero. Sería mucho más joven y se acabaron las concesiones a la tradición. Adiós numeración histórica en Action Comics, adiós calzón rojo, hola armadura nanotecnológica.
Pero algo falló en este planteamiento.
Básicamente dos cosas. La primera, que ignorar la tradición de esa manera significaba una bofetada en la cara a todos los lectores veteranos que llevaban años, décadas o la vida entera leyendo y creciendo con estos personajes. Desde el punto de vista de un publicista, seguramente se pudiera pensar que este lector veterano seguiría ahí pasase lo que pasase y que se trataba de una base fija que nunca desaparecería. Algo que, visto lo visto, solo es verdad en parte. Pero la segunda y más definitiva razón de por qué el New 52 nunca funcionó con Superman es que nunca consiguió hacer buenos comics del personaje.
Por muy radicales que hubieran sido los cambios, si el resultado hubiera sido apabullantemente bueno nadie se habría quejado. Ya ocurrió en el 85. Los fans veteranos pusieron su grito en el cielo, pero ante cosas como el Batman de Miller, el Superman de Byrne o la Wonder Woman de Pérez… hay poco margen para el disgusto.
Ese nunca fue el caso del New 52.
El Superman juvenil, temperamental e incluso irascible de esta etapa ciertamente nunca llegó a cuajar entre ese ansiado nuevo público y desde luego, mucho menos entre los veteranos. Pero más que por sus características renovadas, el problema era la ínfima calidad de la propuesta y la falta de una dirección clara en ella.
El eje del N52 tenía que ser el Superman de Grant Morrison. El siempre polémico guionista escocés venía de una etapa larga y controvertida en Batman y tenía el aval de haber firmado el casi unánimemente aclamado Superman All Star.
Morrison pretendía retomar el Superman rebelde y fuera de la ley de los primeros comics de Siegel y Shuster, pero muy pronto derivó hacia una narrativa confusa y hacia una historia psicodélica de realidades alternativas que quizá podría haber funcionado bien como narración fuera de la continuidad, pero muy difícilmente como piedra fundacional de una nueva etapa en la historia del personaje. Poco ayudaba a la misma el dibujo de Rags Morales, un dibujante cuya lentitud hacía difícil que pudiera encargarse de un título mensual y que continuamente era sustituido por otros artistas, algunos más que cuestionables, y que conseguían entre todos que el impacto visual de la serie fuese prácticamente nulo.
El Superman de Morrison rebozaba de piruetas narrativas una reválida del origen pre Crisis que no aportaba nada intrínsecamente novedoso y despojaba al personaje de toda épica y toda majestuosidad.
Por otro lado, George Pérez, contratado para hacerse cargo de la serie hermana, tuvo las manos atadas para hacer o deshacer con el personaje hasta que Morrison cristalizara su versión del origen. Pero mucho antes de que el escocés terminara, el veterano artista, harto de tantas limitaciones, ya había abandonado la colección, por lo que tras un año de publicación de la nueva etapa ya teníamos una serie de dirección confusa y otra a la deriva rellenando sus números con historias triviales a la espera de un rumbo que nunca llegaría.
Cuando Morrison abandona el barco en el número 18 la cosa sigue básicamente igual. Por una razón o por otra, (ya hemos hablado en otras ocasiones del clima interno en DC por esas fechas y no olvidemos que al frente de la línea de Superman seguía, y desgraciadamente sigue, estando un editor tan cuestionable como Eddie Berganza) su estancia en la serie fue breve. Superman sigue por definir. Y la espantada de Andy Diggle, llamado para sustituir a Morrison pero que abandona Action con apenas dos números publicados no ayuda demasiado. Tras prácticamente dos años de publicación Superman sigue sin rumbo y sin haber publicado un cómic verdaderamente trascendente en sus líneas regulares.
Que Scott Lobdell es un guionista lamentable es algo que ha venido demostrando a lo largo y a lo ancho de las series que han tenido la desgracia de tenerle como titular. Pero si algo puede decirse también de él, es que es un hombre de la casa. De casa Bob Harras para ser exactos.
Cuando las series del hijo de Krypton se encontraban heridas de muerte por la marcha de Morrison y la espantada de Diggle, Lobdell fue el guionista de guardia a quien le tocó coger el toro por los cuernos e intentar hacer algo con los títulos del personaje.
El resultado, claro, no fue precisamente halagüeño. Si el Superman de Morrison era mundano y vulnerable, el de Lobdell era monstruosamente poderoso e inalcanzable. Si el escocés había recolocado a los secundarios de la serie en nuevos roles, Lobdell los ignora completamente hasta convertirlos en puro escenario, y así va deshaciendo las pocas pautas que Morrison había establecido convirtiendo a Superman en una carcasa vacía, de continuidad complicada y cuyas historias tienen la complejidad del mecanismo de un sacapuntas.
Paradójicamente, Lobdell va a tener en su etapa a dibujantes de primerísima línea que dotarán a la serie de un aspecto moderno y rompedor. Kenneth Rocafort, Eddie Barrows, Ed Benes, Jesús Merino… pero más allá de lo visual la serie se hunde y peor aún, desaprovecha el estreno de Man of Steel, que sí conseguía acercar una versión renovada y poderosa del personaje a las grandes audiencias si bien, no exenta de su propia polémica.
A estas alturas poco podía hacerse ya para convertir a esta versión de Superman en algo decente. Greg Pak llega con más tablas de guionista que ninguno hasta ese momento y se convierte en la esperanza de un buen guión para el personaje. Pak vuelve a derivar hacia el Superman mundano y sus historias vuelven la mirada hacia Clark antes que a Superman. Recupera a Lana Lang, Steel y al universo de Smallville, denostado tanto por Morrison como por Lobdell. Pero el lastre es demasiado grande. Las continuas injerencias editoriales en forma de crossovers, y la herencia dejada por el origen de Morrison hacen que quede poco margen de actuación para este escritor que se centra en historias ajenas a la idiosincrasia del personaje y que además carga con un dibujante, Aaron Kuder, cuyo estilo no llega a encajar nunca con el personaje.
El New 52 en general ya agonizaba, pero a Superman aun le quedaba otro paso que sufrir en este calvario: John Romita Jr.
Más allá de las decadentes series regulares, la presencia de Superman había sido escasa y poco relevante en el universo DC de estos años. Superman Unchained, la serie que debía capitalizar el éxito de Man of Steel y aportación al personaje de Scott Snyder como guionista estrella de la casa, se hundió por unas fechas de publicación que se iban dilatando más a cada entrega y por una historia pretenciosa pero vacía cuyos defectos quedaban tapados por el arte siempre espectacular de Jim Lee.
La presencia de Superman en Justice League había sido casi tangencial, y aunque el Superman de dicha serie era el más majestuoso e icónico de esta etapa, poco aportaba el hombre de acero a las tramas de una colección que se empeñaban en relegarle. Ahora caía enfermo, ahora estaba poseído, ahora simplemente no estaba… Pese a ello, la noticia de que Geoff Johns iba a ser el nuevo guionista de Superman se recibió (otra vez) con esperanza y entusiasmo. Y quizá no con entusiasmo, pero sí con infinita curiosidad el hecho de que iba a estar acompañado nada menos que por la superestrella marvelita John Romita Jr. El hombre que lo había hecho todo en Marvel y casi todo bien, ahora iba a dibujar al mayor icono de la competencia. ¿Qué podía salir mal?
Pues mucho. Geoff Jonhs por razones que se nos escapan, nunca llegó a estar verdaderamente involucrado en la serie y su mayor aportación fue un nuevo poder de deflagración solar del que se empezó a abusar en menos de lo que canta un gallo. Johns se fue antes de poder hacer nada relevante con el personaje, pero su meteórico paso no fue nada comparado con la catástrofe que significó el arte de un John Romita más desganado que nunca y cuyo estilo no encajaba en absoluto con el personaje. Empeoraba las cosas un entintado tosco y apresurado de Klaus Janson que no mejoraba nada unos dibujos difíciles de ver en el mejor de los casos.
La llegada de DC You, con sus giros hacia argumentos descabellados y looks radicalmente opuestos a los habituales del personaje no ayudaron en nada y sin saber cómo ni por qué habíamos llegado al punto de encontrarnos en las páginas de Superman a un tipo macarra, no excesivamente inteligente y que solucionaba cualquier cosa a puñetazo limpio. Pero de nuevo el problema no era el cambio radical, sino la calidad del resultado. Las historias daban entre pena y vergüenza ajena y con este panorama… ¿A alguien le extraña que nadie se molestase por la muerte del Superman N52?
Mientras este descenso a trompicones estaba ocurriendo en las series de Superman, el momento de llevar a cabo uno de los planes que la directiva de la casa estaba preparando desde 2009 había llegado: DC dejaba su histórica base en Nueva York para mudarse a la soleada California.
Al margen de otros cambios que esta mudanza pudo producir, la compañía decidió suspender sus series habituales durante un par de meses excusándose en dicho traslado y sustituir toda su línea por un acontecimiento cósmico de esos que gustan tanto en el comic de super héroes: Convergence.
Y si ya pensábamos a estas alturas que DC había tocado fondo, descubrimos que no. La calidad de la aplastante mayoría de las miniseries de Convergence así como de su serie troncal era apabullantemente misérrima, sin embargo, este evento empezó a cambiar las cosas en algunos aspectos. Para empezar significó el primer paso atrás de DC en uno de los planteamientos básicos del N52. Y es que a través de Convergence, la editorial admitía que tenía un pasado y recuperaba con todas las letras el concepto de Multiverso.
Y a la chita callando entre toda la bazofia de miniseries poco salvables, Dan Jurgens y Lee Weeks nos presentaban una historia en la que veíamos como el Superman post crisis había sobrevivido en una de las ciudades secuestradas por Brainiac en el planeta Telos. Y no estaba solo, con él estaba su mujer Lois Lane ahora embarazadísima de un niño al que veríamos nacer precisamente en esta historia. La trama, como todas las miniseries de Convergence, no era gran cosa. Pero había algo que destacaba y mucho en estos comics y era precisamente Superman.
La actitud de este hombre de acero a la hora de enfrentarse a sus enemigos, de ayudar a la gente, o incluso de hablar con Lois era radicalmente distinta a la que veíamos y habíamos visto en las series regulares durante los últimos años. Este Superman se reconocía de un plumazo, este era el Superman que echábamos de menos y estaba aquí para quedarse.
Mientras los desvaríos de DC You seguían su curso, alguien en la editorial debió ver que aquello no iba por buen camino. O eso, o el mensaje de las ventas en continuo desplome llegó por fin a las altas esferas. Sea como sea, a Jurgens y Weeks se les permitió continuar la historia de su Superman en un rincón poco promocionado del Universo DC. La serie Lois y Clark narraba la vida en la tierra del N52 de los Lois y Clark post crisis, y de cómo estos intentaban criar a su hijo pasando lo más desapercibidos posible.
La serie era justo lo contrario de lo que había sido la política del N52, un arco argumental poco ambicioso, pero bien escrito, plagado de referencias a los ochenta y noventa y con un fantástico tratamiento de los personajes. Visualmente, el dibujo de Weeks no era el espectacular arte de un artista de moda, pero tanto él como sus sustitutos cumplían a la hora de entregar páginas bien narradas y con un aire clásico inconfundible.
Con este Superman ya instalado en la tierra del N52, ahora llamada tierra 0, la cabeza del héroe que ocupa las series regulares se pone en la picota y así, cuando Lois y Clark apenas va por su número 8, el Superman N52 recibe la noticia de que su cuerpo no ha sido capaz de superar todas las situaciones por las que ha pasado recientemente y que ahora tiene los días contados. Los últimos días de Superman, la historia final del hijo de Krypton de esta realidad, era paradójicamente una de las mejores sagas (que no es decir mucho) de esta etapa y suponía el canto del cisne para una versión del personaje que desaparecía (con no demasiados lloros, la verdad) para dar paso al Superman clásico que salía de las sombras para ocupar de nuevo la primera línea de acción.
El acontecimiento Rebirth busca llevar la fórmula que Geoff Johns aplicó a Hawkman, Green Lantern y Flash a la hora de renovar sus respectivas franquicias. Básicamente un todo vale, donde se busca la esencia misma que define al personaje para darle relevancia y ponerla en primera línea pero donde a la vez no se niega ninguna de las etapas de dicho personaje. Todo se aprovecha, todo es canon y nadie tiene que romperse la cabeza diferenciando lo que ha ocurrido de lo que no.
Que eso a estas alturas pueda aplicarse a todo el universo DC de un plumazo o esperar que arregle la continuidad es prácticamente imposible. Pero permite un punto de partida donde nadie se siente excluido, ni nuevos, ni veteranos y donde no se niega la historia de los personajes y su trayectoria editorial. Paradójicamente, Superman parece llevar la contraria a este precepto ya que sí elimina al Superman N52 pero no lo hace negando su existencia sino sencillamente acabando su historia y dando paso al Superman post Crisis, que dicho sea de paso, ya tuvo sus propios retconeos de los que ahora nadie quiere acordarse.
Por tanto el Superman Rebirth, será un Superman clásico pero que se encuentra en un mundo nuevo y extraño, donde las cosas no son como él las recordaba, los otros héroes no confían en él y donde no tiene más remedio que ir con pies de plomo. Especialmente cuando tiene una familia que proteger cueste lo que cueste.
La calidad de estos comics está muy por encima de lo visto en los años anteriores. A diferencia de lo que había ocurrido con el N52, este Superman tiene un tratamiento exquisito de sus personajes secundarios y es perfectamente reconocible como el héroe al que estamos acostumbrados. Su nuevo traje sigue siendo bastante desacertado, pero es un poco menos horrible que el del Superman N52. Aunque no se han atrevido a devolverle el calzón, mezcla algunos elementos clásicos (bendita S amarilla en la capa) con otros del Superman de Henry Cavill (muñequeras, un azul más cobalto…). En general, el dibujo de las series es potente y los dibujantes permanecen más números en la serie lo que ayuda a que estas tengan un aspecto visual definido. La prosa de Peter Tomasi en Superman es sólida y transmite un retrato preciso de un Superman preocupado por su familia y por este mundo que le ha adoptado. Jonathan, el hijo con poderes incipientes, es el eje de las tramas y es casi tan protagonista como su padre. Por su lado, Dan Jurgens en Action Comics se enfoca mucho más hacia la acción al menos en lo que ha sido su primer arco argumental, rescatando al Doomsday de la mítica saga de la muerte. Sin embargo, no por ello descuida por ejemplo las apariciones de Lex Luthor o el misterio en torno a un Clark Kent sin poderes que aparece de la nada.
La búsqueda de la nostalgia de los noventa es evidente y la presencia de directrices editoriales que constriñen la trama también y es que Superman y Action Comics cuentan básicamente la misma historia. No es casualidad. Al margen de lo que Tomasi y Jurgens decidan, parece que todo el movimiento Rebirth tiene un plan para dos años que abarcará a todo el universo DC y algo parece que hay en cartera para Superman. Pero eso aún está por ocurrir.
Estas dos versiones del personaje escriben juntas los últimos cinco años de la historia del personaje en los comics. Posiblemente no los años más brillantes de dicha trayectoria, pero parte de ella y de su leyenda en cualquier caso. El cómic americano, su mercado y su público están en una batalla constante por seguir adelante y mantenerse relevantes con el paso de las décadas. Eso obliga a estar siempre en movimiento, un constante proceso de acción y reacción fundamental a la hora de contar unas historias que deben ser el reflejo de su tiempo y de todos aquellos que seguimos sus episodios número a número. Porque en definitiva, lo único importante de todo esto es que Superman, uno u otro, nunca deje de estar ahí para acompañar nuestros pasos.
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Uno de los más beneficiados con este giro de los acontecimientos ha sido Superman. Si el hombre de acero fue uno de los exponentes más evidentes de todo lo malo que acumulaba el N52, ahora es uno de los que más brillan en este nuevo universo.
Pero ¿por qué este cambio de percepción? ¿Por qué este Superman Rebirth parece contentar a propios y a extraños mientras que el del N52 nunca acabó de cuajar? Vamos a echar un vistazo a ambas versiones y veremos qué tienen en común y en qué se diferencian y cómo entre ambas, se escribe el episodio más reciente de la historia del héroe más grande de todos.
La llegada del N52. DC estrena universo, nos guste o no
En 2011 soplaban aires nuevos dentro de la compañía y a alguien debió parecerle buena idea repetir el golpe de efecto del año 85 reiniciando de golpe y sin concesiones todo el universo de la casa.
No nos toca ahora entrar en las razones, pros y contras de dicho movimiento. Baste con decir que el objetivo perseguido era renovar la cantera, llamar la atención de nuevos lectores. Lectores que quizá nunca se hubieran acercado a los comics DC o, qué demonios, quizá ni siquiera a los comics en general. Para ello, otro alguien debió pensar que sería fundamental que estos personajes tan clásicos parecieran recién salidos de la caja. Debían parecer nuevos, modernos. Sus historias empezaban a contarse aquí y ahora y tú ibas a querer estar ahí para verlo.
El ejemplo más evidente era Superman. El hombre de acero iba a empezar de cero. Sería mucho más joven y se acabaron las concesiones a la tradición. Adiós numeración histórica en Action Comics, adiós calzón rojo, hola armadura nanotecnológica.
Pero algo falló en este planteamiento.
Básicamente dos cosas. La primera, que ignorar la tradición de esa manera significaba una bofetada en la cara a todos los lectores veteranos que llevaban años, décadas o la vida entera leyendo y creciendo con estos personajes. Desde el punto de vista de un publicista, seguramente se pudiera pensar que este lector veterano seguiría ahí pasase lo que pasase y que se trataba de una base fija que nunca desaparecería. Algo que, visto lo visto, solo es verdad en parte. Pero la segunda y más definitiva razón de por qué el New 52 nunca funcionó con Superman es que nunca consiguió hacer buenos comics del personaje.
Por muy radicales que hubieran sido los cambios, si el resultado hubiera sido apabullantemente bueno nadie se habría quejado. Ya ocurrió en el 85. Los fans veteranos pusieron su grito en el cielo, pero ante cosas como el Batman de Miller, el Superman de Byrne o la Wonder Woman de Pérez… hay poco margen para el disgusto.
Ese nunca fue el caso del New 52.
El Superman juvenil, temperamental e incluso irascible de esta etapa ciertamente nunca llegó a cuajar entre ese ansiado nuevo público y desde luego, mucho menos entre los veteranos. Pero más que por sus características renovadas, el problema era la ínfima calidad de la propuesta y la falta de una dirección clara en ella.
El Superman de Grant Morrison
Morrison pretendía retomar el Superman rebelde y fuera de la ley de los primeros comics de Siegel y Shuster, pero muy pronto derivó hacia una narrativa confusa y hacia una historia psicodélica de realidades alternativas que quizá podría haber funcionado bien como narración fuera de la continuidad, pero muy difícilmente como piedra fundacional de una nueva etapa en la historia del personaje. Poco ayudaba a la misma el dibujo de Rags Morales, un dibujante cuya lentitud hacía difícil que pudiera encargarse de un título mensual y que continuamente era sustituido por otros artistas, algunos más que cuestionables, y que conseguían entre todos que el impacto visual de la serie fuese prácticamente nulo.
El Superman de Morrison rebozaba de piruetas narrativas una reválida del origen pre Crisis que no aportaba nada intrínsecamente novedoso y despojaba al personaje de toda épica y toda majestuosidad.
Por otro lado, George Pérez, contratado para hacerse cargo de la serie hermana, tuvo las manos atadas para hacer o deshacer con el personaje hasta que Morrison cristalizara su versión del origen. Pero mucho antes de que el escocés terminara, el veterano artista, harto de tantas limitaciones, ya había abandonado la colección, por lo que tras un año de publicación de la nueva etapa ya teníamos una serie de dirección confusa y otra a la deriva rellenando sus números con historias triviales a la espera de un rumbo que nunca llegaría.
Cuando Morrison abandona el barco en el número 18 la cosa sigue básicamente igual. Por una razón o por otra, (ya hemos hablado en otras ocasiones del clima interno en DC por esas fechas y no olvidemos que al frente de la línea de Superman seguía, y desgraciadamente sigue, estando un editor tan cuestionable como Eddie Berganza) su estancia en la serie fue breve. Superman sigue por definir. Y la espantada de Andy Diggle, llamado para sustituir a Morrison pero que abandona Action con apenas dos números publicados no ayuda demasiado. Tras prácticamente dos años de publicación Superman sigue sin rumbo y sin haber publicado un cómic verdaderamente trascendente en sus líneas regulares.
Sí, podía ser peor. Llega Scott Lobdell
Que Scott Lobdell es un guionista lamentable es algo que ha venido demostrando a lo largo y a lo ancho de las series que han tenido la desgracia de tenerle como titular. Pero si algo puede decirse también de él, es que es un hombre de la casa. De casa Bob Harras para ser exactos.
Cuando las series del hijo de Krypton se encontraban heridas de muerte por la marcha de Morrison y la espantada de Diggle, Lobdell fue el guionista de guardia a quien le tocó coger el toro por los cuernos e intentar hacer algo con los títulos del personaje.
El resultado, claro, no fue precisamente halagüeño. Si el Superman de Morrison era mundano y vulnerable, el de Lobdell era monstruosamente poderoso e inalcanzable. Si el escocés había recolocado a los secundarios de la serie en nuevos roles, Lobdell los ignora completamente hasta convertirlos en puro escenario, y así va deshaciendo las pocas pautas que Morrison había establecido convirtiendo a Superman en una carcasa vacía, de continuidad complicada y cuyas historias tienen la complejidad del mecanismo de un sacapuntas.
Paradójicamente, Lobdell va a tener en su etapa a dibujantes de primerísima línea que dotarán a la serie de un aspecto moderno y rompedor. Kenneth Rocafort, Eddie Barrows, Ed Benes, Jesús Merino… pero más allá de lo visual la serie se hunde y peor aún, desaprovecha el estreno de Man of Steel, que sí conseguía acercar una versión renovada y poderosa del personaje a las grandes audiencias si bien, no exenta de su propia polémica.
A estas alturas poco podía hacerse ya para convertir a esta versión de Superman en algo decente. Greg Pak llega con más tablas de guionista que ninguno hasta ese momento y se convierte en la esperanza de un buen guión para el personaje. Pak vuelve a derivar hacia el Superman mundano y sus historias vuelven la mirada hacia Clark antes que a Superman. Recupera a Lana Lang, Steel y al universo de Smallville, denostado tanto por Morrison como por Lobdell. Pero el lastre es demasiado grande. Las continuas injerencias editoriales en forma de crossovers, y la herencia dejada por el origen de Morrison hacen que quede poco margen de actuación para este escritor que se centra en historias ajenas a la idiosincrasia del personaje y que además carga con un dibujante, Aaron Kuder, cuyo estilo no llega a encajar nunca con el personaje.
El New 52 en general ya agonizaba, pero a Superman aun le quedaba otro paso que sufrir en este calvario: John Romita Jr.
Romita Jr, DC You o cómo hacer leña del árbol caído
Más allá de las decadentes series regulares, la presencia de Superman había sido escasa y poco relevante en el universo DC de estos años. Superman Unchained, la serie que debía capitalizar el éxito de Man of Steel y aportación al personaje de Scott Snyder como guionista estrella de la casa, se hundió por unas fechas de publicación que se iban dilatando más a cada entrega y por una historia pretenciosa pero vacía cuyos defectos quedaban tapados por el arte siempre espectacular de Jim Lee.
La presencia de Superman en Justice League había sido casi tangencial, y aunque el Superman de dicha serie era el más majestuoso e icónico de esta etapa, poco aportaba el hombre de acero a las tramas de una colección que se empeñaban en relegarle. Ahora caía enfermo, ahora estaba poseído, ahora simplemente no estaba… Pese a ello, la noticia de que Geoff Johns iba a ser el nuevo guionista de Superman se recibió (otra vez) con esperanza y entusiasmo. Y quizá no con entusiasmo, pero sí con infinita curiosidad el hecho de que iba a estar acompañado nada menos que por la superestrella marvelita John Romita Jr. El hombre que lo había hecho todo en Marvel y casi todo bien, ahora iba a dibujar al mayor icono de la competencia. ¿Qué podía salir mal?
Pues mucho. Geoff Jonhs por razones que se nos escapan, nunca llegó a estar verdaderamente involucrado en la serie y su mayor aportación fue un nuevo poder de deflagración solar del que se empezó a abusar en menos de lo que canta un gallo. Johns se fue antes de poder hacer nada relevante con el personaje, pero su meteórico paso no fue nada comparado con la catástrofe que significó el arte de un John Romita más desganado que nunca y cuyo estilo no encajaba en absoluto con el personaje. Empeoraba las cosas un entintado tosco y apresurado de Klaus Janson que no mejoraba nada unos dibujos difíciles de ver en el mejor de los casos.
La llegada de DC You, con sus giros hacia argumentos descabellados y looks radicalmente opuestos a los habituales del personaje no ayudaron en nada y sin saber cómo ni por qué habíamos llegado al punto de encontrarnos en las páginas de Superman a un tipo macarra, no excesivamente inteligente y que solucionaba cualquier cosa a puñetazo limpio. Pero de nuevo el problema no era el cambio radical, sino la calidad del resultado. Las historias daban entre pena y vergüenza ajena y con este panorama… ¿A alguien le extraña que nadie se molestase por la muerte del Superman N52?
Convergence. Una grieta en el multiverso
Mientras este descenso a trompicones estaba ocurriendo en las series de Superman, el momento de llevar a cabo uno de los planes que la directiva de la casa estaba preparando desde 2009 había llegado: DC dejaba su histórica base en Nueva York para mudarse a la soleada California.
Al margen de otros cambios que esta mudanza pudo producir, la compañía decidió suspender sus series habituales durante un par de meses excusándose en dicho traslado y sustituir toda su línea por un acontecimiento cósmico de esos que gustan tanto en el comic de super héroes: Convergence.
Y si ya pensábamos a estas alturas que DC había tocado fondo, descubrimos que no. La calidad de la aplastante mayoría de las miniseries de Convergence así como de su serie troncal era apabullantemente misérrima, sin embargo, este evento empezó a cambiar las cosas en algunos aspectos. Para empezar significó el primer paso atrás de DC en uno de los planteamientos básicos del N52. Y es que a través de Convergence, la editorial admitía que tenía un pasado y recuperaba con todas las letras el concepto de Multiverso.
Y a la chita callando entre toda la bazofia de miniseries poco salvables, Dan Jurgens y Lee Weeks nos presentaban una historia en la que veíamos como el Superman post crisis había sobrevivido en una de las ciudades secuestradas por Brainiac en el planeta Telos. Y no estaba solo, con él estaba su mujer Lois Lane ahora embarazadísima de un niño al que veríamos nacer precisamente en esta historia. La trama, como todas las miniseries de Convergence, no era gran cosa. Pero había algo que destacaba y mucho en estos comics y era precisamente Superman.
La actitud de este hombre de acero a la hora de enfrentarse a sus enemigos, de ayudar a la gente, o incluso de hablar con Lois era radicalmente distinta a la que veíamos y habíamos visto en las series regulares durante los últimos años. Este Superman se reconocía de un plumazo, este era el Superman que echábamos de menos y estaba aquí para quedarse.
Dejando las cosas en un rincón donde no molesten mucho
Mientras los desvaríos de DC You seguían su curso, alguien en la editorial debió ver que aquello no iba por buen camino. O eso, o el mensaje de las ventas en continuo desplome llegó por fin a las altas esferas. Sea como sea, a Jurgens y Weeks se les permitió continuar la historia de su Superman en un rincón poco promocionado del Universo DC. La serie Lois y Clark narraba la vida en la tierra del N52 de los Lois y Clark post crisis, y de cómo estos intentaban criar a su hijo pasando lo más desapercibidos posible.
La serie era justo lo contrario de lo que había sido la política del N52, un arco argumental poco ambicioso, pero bien escrito, plagado de referencias a los ochenta y noventa y con un fantástico tratamiento de los personajes. Visualmente, el dibujo de Weeks no era el espectacular arte de un artista de moda, pero tanto él como sus sustitutos cumplían a la hora de entregar páginas bien narradas y con un aire clásico inconfundible.
Con este Superman ya instalado en la tierra del N52, ahora llamada tierra 0, la cabeza del héroe que ocupa las series regulares se pone en la picota y así, cuando Lois y Clark apenas va por su número 8, el Superman N52 recibe la noticia de que su cuerpo no ha sido capaz de superar todas las situaciones por las que ha pasado recientemente y que ahora tiene los días contados. Los últimos días de Superman, la historia final del hijo de Krypton de esta realidad, era paradójicamente una de las mejores sagas (que no es decir mucho) de esta etapa y suponía el canto del cisne para una versión del personaje que desaparecía (con no demasiados lloros, la verdad) para dar paso al Superman clásico que salía de las sombras para ocupar de nuevo la primera línea de acción.
Rebirth… o cómo DC volvió a respirar de nuevo
El acontecimiento Rebirth busca llevar la fórmula que Geoff Johns aplicó a Hawkman, Green Lantern y Flash a la hora de renovar sus respectivas franquicias. Básicamente un todo vale, donde se busca la esencia misma que define al personaje para darle relevancia y ponerla en primera línea pero donde a la vez no se niega ninguna de las etapas de dicho personaje. Todo se aprovecha, todo es canon y nadie tiene que romperse la cabeza diferenciando lo que ha ocurrido de lo que no.
Que eso a estas alturas pueda aplicarse a todo el universo DC de un plumazo o esperar que arregle la continuidad es prácticamente imposible. Pero permite un punto de partida donde nadie se siente excluido, ni nuevos, ni veteranos y donde no se niega la historia de los personajes y su trayectoria editorial. Paradójicamente, Superman parece llevar la contraria a este precepto ya que sí elimina al Superman N52 pero no lo hace negando su existencia sino sencillamente acabando su historia y dando paso al Superman post Crisis, que dicho sea de paso, ya tuvo sus propios retconeos de los que ahora nadie quiere acordarse.
Por tanto el Superman Rebirth, será un Superman clásico pero que se encuentra en un mundo nuevo y extraño, donde las cosas no son como él las recordaba, los otros héroes no confían en él y donde no tiene más remedio que ir con pies de plomo. Especialmente cuando tiene una familia que proteger cueste lo que cueste.
La calidad de estos comics está muy por encima de lo visto en los años anteriores. A diferencia de lo que había ocurrido con el N52, este Superman tiene un tratamiento exquisito de sus personajes secundarios y es perfectamente reconocible como el héroe al que estamos acostumbrados. Su nuevo traje sigue siendo bastante desacertado, pero es un poco menos horrible que el del Superman N52. Aunque no se han atrevido a devolverle el calzón, mezcla algunos elementos clásicos (bendita S amarilla en la capa) con otros del Superman de Henry Cavill (muñequeras, un azul más cobalto…). En general, el dibujo de las series es potente y los dibujantes permanecen más números en la serie lo que ayuda a que estas tengan un aspecto visual definido. La prosa de Peter Tomasi en Superman es sólida y transmite un retrato preciso de un Superman preocupado por su familia y por este mundo que le ha adoptado. Jonathan, el hijo con poderes incipientes, es el eje de las tramas y es casi tan protagonista como su padre. Por su lado, Dan Jurgens en Action Comics se enfoca mucho más hacia la acción al menos en lo que ha sido su primer arco argumental, rescatando al Doomsday de la mítica saga de la muerte. Sin embargo, no por ello descuida por ejemplo las apariciones de Lex Luthor o el misterio en torno a un Clark Kent sin poderes que aparece de la nada.
La búsqueda de la nostalgia de los noventa es evidente y la presencia de directrices editoriales que constriñen la trama también y es que Superman y Action Comics cuentan básicamente la misma historia. No es casualidad. Al margen de lo que Tomasi y Jurgens decidan, parece que todo el movimiento Rebirth tiene un plan para dos años que abarcará a todo el universo DC y algo parece que hay en cartera para Superman. Pero eso aún está por ocurrir.
Estas dos versiones del personaje escriben juntas los últimos cinco años de la historia del personaje en los comics. Posiblemente no los años más brillantes de dicha trayectoria, pero parte de ella y de su leyenda en cualquier caso. El cómic americano, su mercado y su público están en una batalla constante por seguir adelante y mantenerse relevantes con el paso de las décadas. Eso obliga a estar siempre en movimiento, un constante proceso de acción y reacción fundamental a la hora de contar unas historias que deben ser el reflejo de su tiempo y de todos aquellos que seguimos sus episodios número a número. Porque en definitiva, lo único importante de todo esto es que Superman, uno u otro, nunca deje de estar ahí para acompañar nuestros pasos.
Antonio Monfort Gasulla
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