Si hace unos años alguien me hubiera dicho que una película de Aquaman sería más valorada y tendría más éxito que una película de Superman o de la Liga de la Justicia, probablemente me habría echado a reír.
-No, lo digo en serio –habría continuado mi interlocutor, insistiendo ante mi asombro.
-Ni de coña, hombre. ¿Aquaman? ¿Más cool que Superman y Batman?
-Sí, sí. Y encima, de Aquaman hace un tío con melena y tatuajes y pinta de bruto. El de Conan. El Khal Drogo.
Silencio incómodo de varios segundos hasta que le respondo con desdén:
-Que te pires.
Pero sí. Este improbable escenario hace unos años, se ha convertido ahora en una sorprendente realidad de la mano de James Wan y Jason Momoa, que nos han regalado un film que se ríe de todos los tópicos sobre Aquaman (hablar con los peces, vestir de verde y naranja, o montar un caballito de mar), y los han transformado en una película a la que se le pueden objetar muy, muy poquitas cosas.
Aquaman es una amalgama de géneros en la que James Wan se ha valido de todo su conocimiento de cine y de cultura pop para, en cierto modo, ir insertando minipelículas dentro de una trama principal muy lineal, sencilla pero efectiva, en la que los personajes siguen una evolución lógica de un punto A hacia un punto C pasando por el B. Sin sorpresas, sin pretensiones, sin querer ser más de lo que es, y resultando perfecta siendo tal y como es.
Para un amante del cine de aventuras, encontrarás una parte muy Indiana Jones. El fan de la acción tipo Jason Bourne, se sentirá complacido con fantásticos combates y planos secuencia de persecución absolutamente apabullantes. Si la épica es lo tuyo, batallas submarinas increíbles y multitudinarias al más puro El Señor de los Anillos, te dejarán con la boca abierta; e incluso emocionantes momentos a lo Excalibur. Si la ciencia ficción es lo que te pone, fliparás al máximo con el mundo de Atlantis y su paleta de colores, tan similar a Avatar, o con las criaturas abisales y mitológicas que se pasean por el film (en especial, el karathen, con la voz de Julie Andrews; nunca Mary Poppins había sido más badass). Si quieres de los románticos, la relación Arthur-Mera y sobre todo la historia de amor de dos mundos entre Tom y Atlanna, te tocará la patata. Si eres fan de Julio Verne y de los mundos perdidos en el centro de la Tierra, Aquaman también tiene un momento para ti. Igual que si el terror es lo que te hace vibrar, una de las escenas más importantes te hará agarrarte a la butaca. Y, por supuesto, si lo que de verdad te va son los superhéroes y los supervillanos, los momentazos badass y sentir que una película es puro cómic en vivo, tendrás justo lo que fuiste a buscar. Sí. Todo esto en una sola película, sin que nada sea discordante, sin que sobre o falta nada, incluso a pesar de whatthefucks como un pulpo gigante tocando los tambores previos a una épica batalla.
Los villanos de la historia, generalmente el punto más flojo de casi todas las películas de superhéroes, cumplen aquí con creces. Orm es el gran enemigo a derrotar, el hermano (de madre) de Arthur que, en una trama muy shakespiriana y típica de mil historias, ansía el trono de Atlantis y de sus siete reinos, urdiendo un complot para atacar la superficie que solo Arthur y Mera podrán evitar. Patrick Wilson se lo cree y se crece en el papel de Orm, tomándoselo en serio y aportándole una intensidad de miradas, gestos y potencia física que dista mucho de lo que solemos verle, pero que amerita que James Wan siga apostando por él como actor fetiche.
También Black Manta está a la altura, por momentos siendo casi el Killmonger o el General Zod de esta historia ("entendí esa referencia"...), aunque su personaje, brillantemente presentado en la escena del submarino con polémica decisión de Aquaman incluida, poco a poco se diluye más en lo convencional. Pero, por fortuna, parece que Wan, auténtico maestro del tempo narrativo, le da a este personaje el metraje justo, lo hace protagonista de una de las mejores secuencias de acción del film, y lo saca de escena dejándolo convenientemente colocado en una escena post-créditos de cara a una futura secuela.
En cuanto a cómo conecta Aquaman con Justice League, podríamos decir que existe una conexión fantasma. No conectan por cable, conectan por Wi-Fi y sin mucha señal, para entendernos. Arthur Curry no es un personaje que haya salido de la nada. Se le conoce como Aquaman, incluso tiene fans que le piden selfies, ergo se presupone que se le conoce. Mera le habla de cómo derrotó a Steppenwolf (como si lo hubiera hecho solo), pero jamás, repito, jamás se menciona a ningún otro héroe o metahumano, ni Arthur hace referencia alguna a “sus amigos” que podrían ayudarle en la guerra contra Orm, ni parece que haya existido jamás una Liga de la Justicia. Es más, incluso existe una divertida incongruencia en la relación Aquaman-Mera, ya que estos actúan como si se conocieran, pero él ni siquiera sabe cómo se llama ella. Y si recordáis, en Justice League Aquaman recogía el tridente y la armadura tras su conversación con Mera, pero aquí, en cambio, el tridente de cinco puntas es y siempre ha sido el arma de su madre. O sea, que el film se sitúa voluntariamente después de los acontecimientos de Justice League y enmarcado en el DCEU con una única y breve mención, e ignora todo lo demás. Algo que tampoco debería extrañarnos, ya que es el pan de cada día en los cómics (ejemplo: la actual etapa de Superman de Bendis), en los que se aprovechan aquellos elementos de la continuidad que interesan, y se obvian o desautorizan los que no.
El plantel de secundarios está perfectamente elegido. Willem Dafoe aporta serenidad a su personaje de Vulko, un consejero noble y al mismo tiempo instructor y protector de Arthur; Dolph Lundgren fantástico como el rey Nereus, en un papel mucho más largo e importante de lo que me imaginaba. Temuera Morrison defiende el papel del padre de Arthur, el farero Tom, proporcionándonos, junto a una espléndida Nicole Kidman como Atlanna, el romance más bonito del film. Aunque Nicole demuestra que su personaje sabe hacer mucho más que amar, siendo protagonista de la primera secuencia de lucha de la película, en la que ya te das cuenta de la contundencia de la acción, lo trabajado de las coreografías, y la formidable dirección de Wan.
Y es que es James Wan, y nadie más, la auténtica estrella de este show.Él es quien ha conseguido que Aquaman brille a pesar de sus carencias, a pesar de los lastres que puede arrastrar el personaje, el que ha sabido dotar al film de una combinación triunfante de todo lo que hace a una película un blockbuster. Wan dirige con maestría y con autorreferencias (la salida de la playa de Arthur y Mera a lo Fast and Furious y la muñeca Annabelle en el fondo marino, al menos, son dos de ellas), sabe manejar los tiempos, sabe dónde insertar humor, acción, épica, que maneja con brillantez los flashbacks, y que hasta consigue que algo tan manido como que una explosión dé paso a casi cada escena de acción, se convierta en un recurso que recibes y esperas de forma simpática. Construyendo, así, un film para todo el mundo, en el que incluso caben los finales felices por partida múltiple, y en el que lo que triunfa, ante todo, es la aventura épica y a veces disparatada de ese tipo que habla con los peces y que termina siendo el Rey de Atlantis.
Con todo esto, Aquaman es un producto de una factura técnica impecable, con un montaje preciso y de duración justa, con una historia que todo el mundo podrá entender (no confundir esto con que sea una historia tonta o sin alma), con muchos, muchos momentos arrolladores y con un protagonista hecho para molar tanto, que hasta su forma de derrotar al villano final podríamos considerarla la nueva “patada grulla” de Karate Kid. Un soplo de aire fresco para un universo DC que necesita de estos éxitos para seguir adelante, y que parece haber encontrado aquí, igual que ya hizo con Wonder Woman, un tono y un estilo que sí funcione para fans y espectadores casuales. Sorprende que este golazo llegue en la forma de un personaje que no se incluye entre los más grandes de la casa, pero Aquaman es justo la clase de película que necesitábamos… ¡y qué demonios! También la que nos merecíamos.
Mi nota: 9
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