RESEÑA DE ACTION COMICS #44

Superman pelea en el ayuntamiento de Metropolis contra las misteriosas criaturas sombra que se han apoderado de la institución y de sus funcionarios. A la cabeza, su aterradora lideresa Wrath que parece más satisfecha cuanta más ira libera el hombre de acero.

En el otro lado de la ciudad, Lee Lambert y el resto de los antiguos vecino de Clark Kent también deben enfrentarse a todos aquellos a quienes la oscura sombra ha poseído y les obliga a actuar a su servicio como zombies sin mente.

Sin embargo, cuando la sombra se apodera de Lee esta es capaz de controlar la infección y usarla para ayudar a sus vecinos. En medio de la lucha Wrath desaparece, y la infección parece ausente por ahora pero la sombra que se cierne sobre Metropolis tiene todavía mucho que decir.

En el progresivo descenso de interés que ofrecen las actuales tramas de las series de nuestro hombre de acero, este Action 44 es un acelerón cuesta abajo y sin freno hacia los abismos de la irrelevancia más absoluta.

Si en anteriores entregas y habiendo asumido la perdida de Superman como personaje, nos preguntábamos si al menos esta historia podía tener interés al margen de su protagonista, aquí ya ni la pregunta tiene sentido. Este cómic es un vehículo de acción vacía, de planteamiento irrelevante y solución atropellada que difícilmente puede despertar alguna curiosidad. Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. En una historia bien planteada y con personajes atractivos un episodio de acción como el que nos ocupa bien podría ser un climax narrativo, pero aquí, que nos importa poco el protagonista y aún menos el insulso villano, pues poco se puede hacer, salvo pasar página, olvidar y esperar tiempos mejores.

Siempre decimos que Greg Pak tiene las manos atadas y está supeditado a lo que ocurre en la colección hermana, y es cierto, pero eso tampoco sirve de excusa para presentar una historia que además de insulsa repite el esquema que acabábamos de ver en la saga anterior Horrorville. Si allí eran los habitantes de Smallville quienes caían poseídos por un ente de otra dimensión, aquí son los habitantes de Metropolis quienes pasan por un trance alarmantemente parecido.

La nota positiva es el arte de Aaron Kuder que sigue una evolución positiva clara desde sus inicios en estas páginas. Su dibujo es cada vez más detallado y expresivo, manteniendo un estupendo ritmo en la narración. Sigue teniendo problemas con los rostros femeninos, pero hasta eso parece atenuarse y si el guión estuviera a la altura, desde luego el dibujo no defraudaría.

La sensación, por tanto, de que el duo Pak-Kuder en otras circunstancias y en otro momento podrian dar mucho más de lo que tenemos aquí es apabullante. Algo falla y difícilmente se puede atribuir los problemas de la serie a la falta de talento de sus autores. Falla el planteamiento, falla el entorno de trabajo y la coordinación, y los autores son como una buena semilla plantada en una tierra yerma. Concretamente el erial en que se ha convertido hoy en día DC Comics.

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